SOMOS EJEMPLO, SON NUESTRO ESPEJO.

Dicen que uno siembra lo que cosecha, que lo que das recibes; que el amor no se exige, se gana. Hace poco viví algo maravilloso para cualquier mamá, jamás olvidaré el momento...
Era de esos días en que el tiempo apremia, debía salir a realizar varias actividades y mi "todo terreno" no facilitaba las cosas, trataba de vestirla mientras ella corría por la casa divertida escapando de mi, el desayuno aún no estaba del todo listo y yo empijamada y descalza implorando por tomar esa taza de café que cada mañana es mi mejor aliada.
Mientras "todo terreno" se escondía en su casita de campaña para no ser alcanzada por mi, me puse a buscar mis pantuflas cuando de pronto y despistada por ir pensando en todos los pendientes por hacer topé con un mueble al mismo tiempo que caía un juguete algo pesado sobre mi pie descalzo. ¡Aaaayyy!, fue el grito que hizo salir a mi pequeña escapista de su escondite. Me encontró sentada con los ojos llorosos y mi cara de angustia que se quedaba corta en comparación con el dolor que sentía, trataba de no soltar las lágrimas para no asustarla más porque su carita ya era de confusión. 
De pronto se acercó a mí y con esa dulce vocesita me dijo -mami, ¿estás bien?-  Asentí con la cabeza -Mami, no llores, todo va a estar bien- Me abrazó tratando de rodear mi cintura, recargó su cabecita en mis piernas y me dio un beso diciéndome ¡Ya, ya, tranquila! aquí estoy.
Pfff! Era la primera vez que mi hija de dos años me consolaba y lo había logrado, un pequeño humano dentro de su mundo de diversión había logrado levantar mi ánimo en segundos, pues además del golpe recibido por el bendito juguete traía una situación preocupante por esos días que no había podido desahogar.
La abracé, le di las gracias varias veces mientras por fin derramaba mis lágrimas que ya no eran de dolor pues mi hija me había conmovido hasta las entrañas. Me sentí muy bien después de ese momento de conexión, de amor, de empatía. Todo el día me sentí orgullosa de ella, de mi como mamá, de nuestra familia. Sus palabras me causaron ese efecto entre ternura, amor y reflexión. Ese día medité mucho sobre la responsabilidad de ser padres, somos ejemplo, somos guía, ellos siguen nuestros pasos; si mi hija no fuera tratada con amor y respeto tal vez no hubiera hecho nada por consolarme, por empatizar conmigo así como lo hago con ella cuando se encuentra en un momento difícil. Los niños son tan inteligentes, todo ven, todo escuchan y van almacenando cada actitud de  nosotros, cada palabra, cada gesto y en determinado momento lo aplicarán, de nosotros depende  cómo lo harán, ellos entienden, ellos saben amar... Tenemos una piedra preciosa en bruto, convirtámosla en una joya 😉


Comentarios

Entradas más populares de este blog

SOBREVIVIENDO AL TERREMOTO.

APRENDIENDO A APRENDER.

¿LIMPIA CON HUEVOS?